Autobiografía de Pascual Pont Martínez

Nací en Játiva en 1937. A los 15 meses la guerra me dejó huérfano. Después de trabajar en una gestoría, como ayudante de camión y en una fábrica de ladrillos y tejas, a los 15 años me trasladé a Valencia para entrar de aprendiz en MACOSA, una gran empresa metalúrgica. La JOC (Juventud Obrera Cristiana) me descubre la dignidad del trabajo y del trabajador. Resido durante 1957 en Ginebra, trabajando en los talleres Secheron, comisionado por la empresa de Valencia. Establezco una estrecha relación con la JOC y los sindicatos suizos y con la JOC francesa. El sentimiento democrático suizo deja en mí profunda huella. Participo en el Congreso Internacional de la JOC en Roma como intérprete francés-español. Acuerdo con los dirigentes nacionales de la JOC española mi incorporación a la Comisión Nacional en el próximo enero. Ejerzo como Responsable Nacional de Aprendices durante los años 1958, 59 y 60. En 1961 vuelvo al taller de Valencia y me incorporo al Instituto Social Obrero como Director de Estudios. Me caso en 1962 con Rosa Andrés, con la que comparto profundamente el sentimiento de la dignidad humana.

En 1963 salgo elegido Jurado de Empresa por el estamento obrero. En 1966 seré reelegido con más del 99 % de votos. Inicio contactos para establecer el sindicato clandestino USO en Valencia, pero una conjunción de graves problemas familiares con exigencias de intensa dedicación a la problemática del taller, en donde hay que afrontar la negociación de un convenio colectivo y la resolución de un expediente de crisis que amenaza despedir a más de 200 obreros, me obliga a dejar la acción clandestina, así como las tareas en el Instituto Social Obrero. Todavía tendré que intervenir en otra negociación de convenio y en otro expediente de crisis. La mayor satisfacción lograda con toda mi acción sindical fue que en los dos expedientes de crisis ni un solo trabajador fue despedido, cuando en total fueron más de 400 los que sufrieron la amenaza. La transición política española la vivo desde la acción obrera en el taller. Cinco grupos sindicales se disputan la representatividad y la dirección de la acción. Cuatro de ellos me piden mi adhesión pero no me uno a ninguno. No comparto sus diferencias y me asaltan serias dudas sobre la eficacia de la acción sindical, al comprobar que las mejoras logradas son fácilmente anuladas por la dinámica capitalista. Es necesaria una reforma más profunda. Mi voluntaria marginación de la acción sindical me llevó a reemprender los estudios de peritaje, abandonados por mis responsabilidades jocistas, pero los vuelvo a abandonar por falta de aliciente. En 1977 acepto la plaza de encargado que me ofrece la empresa. La nueva tarea me ayudó a comprender mejor la naturaleza humana. Los enfrentamientos que tuve con trabajadores a mi cargo fueron debidos a que no pude extender a todos las ocasiones que tuve de favorecer a alguno.

La llegada al mundo de mis tres hijos me descubre el lamentable estado en que se encuentran los colegios de mi barrio, la Cruz Cubierta de Valencia. Las gestiones, promesas, mentiras y zancadillas que tuvimos que soportar el grupo de trabajadores que nos movilizamos para lograr algo tan fundamental como un colegio para nuestros hijos, dan para escribir un libro.

En el año 1979 nos trasladamos a vivir al cercano barrio de San Marcelino. Un barrio obrero con graves carencias pero con un batallador movimiento vecinal y diferentes asociaciones, en las que nos integramos toda la familia, siguiendo las distintas inquietudes personales. Por lo que a mi respecta me involucré en la Asociación de Vecinos, ocupando el cargo de vocal de urbanismo. De las muchas y diferentes batallas en que participé para mejorar el barrio, la más compleja por la variedad y gravedad de aspectos implicados fue la que libramos contra la ilegal construcción del crematorio municipal en la única zona verde del distrito, que llevó consigo nuestra exigencia del adecuado ajardinamiento de la zona existente entre el cementerio y el barrio.

Una jubilación anticipada en enero de 1993 como consecuencia de la reestructuración de la empresa, me permitió disponer de tiempo para reflexionar, escribir y reordenar mi percepción del sentido de la existencia. Es mucho lo que llevo escrito sobre los más diversos temas debido a que en la vida está todo entrelazado. Mi escritura es, ante todo, un diálogo conmigo mismo, pero un diálogo que quiere ser abierto, tanto a lo que dicen los otros, como poniendo mi pensamiento a disposición de los demás. Un vecino, Miguel Fuster, conocedor de algunos de mis escritos, me ha insistido en que su sitio estaba en Internet. Su sobrino, Alberto Pérez, profesional de la informática, lo está haciendo posible.

Esto me ha planteado un problema. ¿Qué textos debo ofrecer? La duda obedece al temor de incrementar el torrente informativo actual que dificulta separar el trigo de la paja. Pero Internet está iniciando una nueva forma de navegar por ese torrente. Por una parte rompe la vieja pretensión de la escritura de encerrar la verdad en un texto determinado y parece tender a elevar al ámbito planetario el flujo comunicativo de la tribu verbal. Por otra, los buscadores están mejorando notablemente y es de esperar que mejoren todavía más, haciendo que la criba entre lo esencial y lo prescindible lo realice cada individuo según sus intereses y criterios personales.

Esto no significa que no haya que cuidar al máximo la calidad y coherencia de lo que se introduce en Internet,  pero me justifica para incluir textos muy personales, como “Cuestión de fe” y “Recorrido personal” que forman parte de un escrito de gran amplitud realizado en 2005 y que pueden carecer de interés general, pero pueden interesar a quien quiera saber más sobre la evolución de mi pensamiento. La libertad reside en tener opciones para elegir. Por eso incluyo, como parte de mi autobiografía, un pequeño estudio que realicé en 1992 con el título “La Trinidad se llama E.M.I.” pues refleja mi pensamiento en aquel momento, pero que ahora escribiría de forma totalmente diferente, aunque su esencia se mantiene, e incluso puedo decir que se esbozó torpemente en mi juventud.

Por eso, cuando al releer lo anteriormente escrito y descubrir que había estado alternando la conjugación verbal del presente y del pasado, opté por dejarlo como estaba, pues aunque se refería a lo ya ocurrido, sus hechos siguen incidiendo en mi persona. Quizá la clave del individuo sea la misma que la del “Uni-verso”: desarrollar una coherencia unitaria entre elementos que continuamente se están renovando.