El 8 de enero de 2012 Stephen Hawking cumplió 70 años. La Universidad de Cambridge celebró un simposio en su honor, para el cual, el célebre físico grabó un discurso en el que sintetiza su vida y avanza el posible futuro de la humanidad. Ambas cosas merecen reflexión y comentario.
Aunque su libro Breve historia del tiempo ha sido adquirido por uno de cada 750 habitantes del planeta, según informa el misma Hawking, la inmensa mayoría de ellos no lo habrán terminado de leer. Su gran popularidad no procede de lo que dice, sino de la admiración que produce el que su deseo de vivir y de gozar intelectualmente haya vencido los pronósticos médicos sobre la brevedad de su vida y que mantenga un gran rendimiento intelectual en el estado físico en que se encuentra.
Afectado de una esclerosis lateral amiotrófica (ELA) desde los 21 años, su progresivo deterioro no ha impedido su creatividad científica. Los médicos tienen en él un caso excepcional para la mejor comprensión del organismo humano y el común de la gente un testimonio de la capacidad humana para superar los mayores obstáculos. Su victoria se debe a un fecundo encuentro entre su férrea voluntad, su aguda y clara inteligencia y el haber podido disponer de un patrimonio levantado por el concurso solidario de toda la humanidad.
Varias y diferentes son las líneas de contribución a este patrimonio. En primer lugar, sus padres, que no sólo han aportado sus genes, sino también su ubicación en un determinado espacio-tiempo. Es evidente que la misma combinación genética hubiera derivado en una existencia individual muy diferente de producirse en otra época y lugar. Gracias al entorno en que ha vivido ha contado con: el legado de millones de pacientes observaciones que a lo largo de toda la historia humana han enriquecido nuestra comprensión del universo en que se desarrolla nuestra existencia, superando las viejas creencias geocéntricas; el esfuerzo de millones y millones de profesionales de todo tipo que han contribuido a la existencia de los aparatos capaces de transformar los impulsos de un dedo de su mano derecha en el que sobrevive la capacidad de movimiento, en una amplia gama de acciones y palabras con los que transmitir y hacer efectivos sus pensamientos y deseos. Pero todo esto es posible porque hay otros muchos millones de individuos que extraen de las minas los materiales necesarios, cuidan los campos y los ganados para que no falten los alimentos, transforman la materia, la transportan y la sirven, siguiendo complejos circuitos. El hecho de que el progreso no avance de forma lineal, sino sorteando terribles zancadillas, superando los intentos de asfixia que le acechan en forma de guerras, tiranías, egoísmos y mezquindades, no debe ensombrecer, sino, por el contrario, debe resaltar, el lugar fundamental que la colaboración sinérgica ocupa en la existencia. No parece que esto sea debidamente valorado por Hawking, a juzgar por el contenido de su mensaje jubilar, lo que nos obliga a un análisis crítico del mismo.
No creo que sobrevivamos mil años sin dejar el planeta. Son las palabras de su discurso que la prensa ha destacado en titulares. Es una idea que ha repetido en varias ocasiones y que justifican la exploración espacial. Debemos seguir yendo al espacio por el futuro de la humanidad. No creo que sobrevivamos otros mil años sin escapar de nuestro frágil planeta. Por tanto, quiero fomentar el interés público por el espacio y yo mismo he estado entrenando por adelantado. Se trata de una idea propia de la ciencia-ficción que no resiste un análisis realista. En primer lugar ¿adónde vamos a ir? No se ha encontrado ningún planeta que reúna condiciones de habitabilidad semejantes a las de la Tierra, y aquellos que reúnen alguna de sus características están a años luz de distancia, por lo que surgen nuevas preguntas ¿cómo y quiénes pueden escapar de la Tierra? Por mucho que avance la tecnología de las naves espaciales y la posibilidad de desplazarse a velocidades cercanas a la de la luz, no hay en la Tierra recursos suficientes para un desplazamiento global de los varios miles de millones que en su momento constituyan la población humana, por lo que parece evidente que cuando Hawking habla de escapar está pensando en una minoría, en una selección que se libre de la catástrofe general. ¿Quiénes conformarían ese grupo? ¿Acaso los que se entrenan experimentando el estado de ingravidez en vuelos muy costosos, al alcance de multimillonarios caprichosos?
Él pudo disfrutar gratuitamente de uno de esos vuelos porque constituyó una gran propaganda el hecho de que en todo el mundo se reprodujo su imagen flotando con la libertad de la que no dispone cuando está pegado al suelo y es indudable que para él debió suponer una experiencia prodigiosa que le afianzaría en sus ideas espaciales. Unas ideas que contradicen la esencia de su espíritu vital. Es cierto que la Tierra está atravesando unos tiempos extremadamente peligrosos para la vida, pero con sus recomendaciones está adoptando la actitud de los médicos que en Ginebra no creían que se podía salvar. No he encontrado un razonamiento con el que justifique esa necesidad de abandonar el planeta. Es indudable que los motivos no son astrofísicos. Mil años no son nada en la evolución cosmológica. La Tierra ha empezado a degradarse a partir de la revolución industrial y de forma acelerada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Es la acción humana la que está transformando el planeta y por eso los geólogos han definido una nueva era geológica: el Antropoceno. Si el mal está en el ser humano, lo llevaría allí donde fuera, por lo que desplazarse a otro planeta, si esto fuera posible, más que solucionarlo, lo agravaría.
Todo parece indicar que la propuesta de Hawking es la del científico que avanza tanto en un aspecto de la existencia que todo lo demás queda en la sombra. Las últimas palabras de su último discurso son significativas y merecen analizarse: Así que permítanme terminar con una reflexión sobre el estado del Universo. Ha sido una época gloriosa en la que vivir e investigar en física teórica. Nuestra imagen del Universo ha cambiado muchísimo en los últimos 40 años y me siento feliz si he aportado mi granito de arena. El hecho de que nosotros, los humanos, que también somos meros conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza, hayamos sido capaces de acercarnos tanto a la comprensión de las leyes que nos gobiernan a nosotros mismos y a nuestro Universo es un gran triunfo. Quiero compartir mi emoción y entusiasmo por esta búsqueda. Así que acuérdense de mirar hacia las estrellas y no hacia sus pies. Intenten encontrarle un sentido a lo que ven y pregúntense por aquello que hace que exista el universo. Sean curiosos. Y por muy difícil que pueda parecerles la vida, siempre hay algo que pueden hacer y en lo que pueden tener éxito. Lo importante es que no se rindan.
Estas últimas palabras cambian el sentido de su mensaje para todos aquellos que deseamos una Tierra en la que todos los que la conformamos podamos vivir en armonía y plenitud, pues nos anima a que no nos rindamos, mientras que el vislumbrar el tener que abandonar el planeta lo entendemos como una rendición. Esta contradicción nos obliga a situarnos en su terreno, al menos para preguntarnos: ¿Qué leyes son las que nos gobiernan? ¿La teoría de cuerdas? ¿Cuál de todas? ¿Pueden hacer que surja todo de la nada? ¿Y si la velocidad de la luz no es un límite, sino una frontera? Es posible que en los agujeros negros se haga más evidente el encuentro entre la relatividad y la mecánica cuántica, pero si el Universo es efectivamente uni-verso (la unidad que se obtiene mediante la agitación continua que hace que todo esté en todo) ese encuentro se produce también en el solitario asteroide, y en la supernova que explota llenando el espacio de materia, una materia que la Tierra ha utilizado para generar las plantas, los animales y el ser humano. No somos meros conjuntos de partículas elementales, (como él dice) sino el conjunto estructurado de esas partículas que ha logrado coronar un largo y evolutivo proceso de colaboración sinérgica y estamos llamados a continuarla, a llevarla a su plenitud y esa plenitud no la lograremos escapando de nuestro planeta, sino confiando en él, reconociendo que estamos en el mejor de los mundos conocidos y que no tenemos ningún derecho a destruirlo.
Esto nos obliga a adoptar una actitud crítica con los postulados de Hawking, sin temor a enfrentarnos a su gran prestigio, como él hizo cuando con 22 años contradijo públicamente al famoso astrónomo Fred Hoyle, con la sustancial diferencia de que no se trata de discutir sus ecuaciones matemáticas, sino sus deducciones generales en las que estamos implicados todos los humanos. Sócrates ya se enfrentó con el problema de la gente que por sobresalir en su arte, no presumiese de entender de todo lo demás. Parece que forma parte de la naturaleza humana el disponer de una idea de la totalidad existencial y que son precisamente los más sabios en una determinada materia los que sufren la deformación de ver el todo desde la perspectiva de su especialidad, lo que no sería ningún problema si sometieran a una especie de consenso las cuestiones fundamentales comunes a toda la humanidad. El sólo sé que no sé nada socrático no es un canto a la ignorancia, sino un reconocimiento de la necesidad que tenemos de contar con el saber y la experiencia de los demás.
A estructurar ese saber puede contribuir mucho el actual conocimiento de la dinámica triuna del cerebro humano, especialmente si se confirma que esa dinámica es la que encadena todo el proceso evolutivo, pues en ese caso las leyes que descubren los físicos o cualquier otro especialista, pertenecen al pasado, a lo que la evolución ha logrado estructurar y estabilizar debido a la ventaja energética que suponen, pero no determinan el futuro, que permanece abierto a los proyectos que elabore el cortical y en especial, a las decisiones que en cada momento se tomen en un presente efímero en el que mandan los sentimientos que emanan del cerebro límbico. Hay que mirar a las estrellas, pero hay que mirar también a nuestros pies, pues todo incide en todo. El Universo es holístico como lo es cada individuo que se resuelve en su interacción con un entorno abierto al infinito. Hay que mirar a las estrellas, pues estamos hechos del material fundido en el corazón de las estrellas hace millones de años, pero la evolución que ha hecho lo que somos se ha producido aquí en la Tierra y el futuro pasa porque esa evolución terráquea alcance su plenitud. Sólo entonces podremos dirigirnos hacia las estrellas teniendo algo grandioso que ofrecer.
Si generalizamos la dinámica triuna en la forma de inmanente, vinculante y transcendente, las leyes de lo inmanente condicionan, pero no deciden el futuro, ni del individuo ni del Universo. El caso de Stephen Hawking lo prueba claramente. Las leyes de la genética conducían inevitablemente a su degradación física, pero en su cuerpo latía una gran llamada de plenitud que descansa en lo transcendente. La transcendencia es vivida por Stephen de forma muy diferente a la de Jane, su primera y decisiva esposa. No vamos a entrar aquí a comparar y valorar las diferentes transcendencias y ni siquiera la forma en que se vinculan con sus respectivas inmanencias, pues forman parte de la singularidad de cada individuo, pero si lo que se refiere a la vinculación, pues ésta implica también al entorno y ahí entramos todos. Ya hemos señalado la gran ayuda que Stephen Hawking ha encontrado en el entorno para hacer frente a su mal. En esa línea debemos destacar los esfuerzos que se están realizando para detectar los genes causantes de la enfermedad con el fin de poder intervenir en el origen y evitar que otros la padezcan.
Precisamente porque en ese sentimiento de vinculación está la verdadera salvación de la humanidad, es necesario señalar otro mal, similar al de ELA en cuanto a sus efectos (postración total, degradación progresiva, pocas esperanzas de supervivencia, ansias de vivir, posibilidad de un latente Ramanujan) pero con dos diferencias fundamentales: 1) Que el mal no procede del interior, de la genética, sino del entorno. 2) Que el mal tiene cura e incluso se dispone de medios para ser totalmente erradicado. Se trata de un mal ampliamente conocido por la humanidad, pues con frecuencia la televisión nos ofrece imágenes de individuos que la padecen, especialmente niños, que con sus grandes y asombrados ojos nos dicen que quieren vivir. El mal puede designarse como ASCE (Abandono Social Criminal Estructurado). Abandono, porque el ser humano no puede subsistir sin una atención externa durante los primeros años de vida. Un Abandono que no es familiar, pues la familia le da todo lo que tiene, sino Social, entendida en un sentido amplio, pues en ello está involucrada toda la humanidad, es Criminal, porque conduce a la muerte por hambre y por enfermedades curables de millones de niños inocentes, y es Estructurado porque no es debido a una casuística imprevisible, sino a los manejos geopolíticos de los diferentes imperialismos que en su versión actual adopta una estrategia financiera especulativa, que pretende obedecer a inevitables “leyes del mercado” cuando en realidad responden a las directrices emanadas de entes como la City, la Trilateral, el club Bilderberg, Davos, El Consejo de Seguridad de la ONU, el F.M.I. y cuantos organismos oficiales o no, pretenden administrar los recursos del planeta con planteamientos de dominación, ególatras y mezquinos.
Hay pruebas de que la inmensa mayoría de los seres humanos estarían dispuestos a colaborar en la erradicación del ASCE, así como multitud de testimonios de quienes se esfuerzan hasta el heroísmo por mitigarlo en la medida de sus posibilidades. Pero es necesario un movimiento global que actúe sobre las causas y sea capaz de enfrentarse a quienes controlan los distintos medios de comunicación y colaboración humana. Marx hizo un llamamiento al proletariado mundial, con lo cual puso el acento en el tener, que es limitado, por lo que, quien da lo que tiene, se empobrece. Ahora quizá haya que hacer un llamamiento al verbotario, al ser humano que se vincula por la palabra, que está ligada al saber y es ilimitada, y el que la comparte se enriquece. El cambio de paradigma que la humanidad necesita para salvarse y erradicar la monstruosa injusticia que se está cometiendo con el ASCE tiene que apoyarse en la palabra plenamente compartida. Los poderosos lo saben. No en balde el único organismo internacional que los Estados Unidos han abandono dos veces, ha sido la UNESCO.
No se trata de enfrentar al verbotario con el proletario, sino todo lo contrario. Se trata de que todo individuo pueda tomar la palabra para desmontar las mentiras de los poderosos que se revisten de títulos y honores para dar validez a sus sentencias. Se trata de que todo individuo puede hacer valer el enorme potencial interior que todo ser humano encierra y establecer los conectores adecuados, (contabilidad transparente, habla propia y lengua común, entre otros) para que la división del trabajo , base de la colaboración sinérgica, no degenere en empleos alienantes, sino en creatividad y gozoso servicio a la humanidad.
Sólo el bien de la humanidad justifica los discursos. No hay que dejarse amedrantar ni por fórmulas matemáticas, escrituras sagradas, estadísticas financieras y leyes y reglamentos de todo tipo, que pretendan mantener y extender criminales privilegios. ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia; y no entráis vosotros ni dejáis entrar! Son palabras de Jesús de Nazaret que conviene recordar para construir el nuevo paradigma que la humanidad necesita. Un paradigma que tiene que descansar sobre la colaboración sinérgica, venciendo dificultades como las que Obama está encontrando para establecer unos servicios sanitarios que eviten que el ASCE haga estragos en el propio corazón del imperio, debido a que el egoísmo, el individualismo y el consumismo han establecido el crecimiento del Producto Interior Bruto como verdad absoluta.
Dedicar los recursos materiales y humanos para erradicar el ASCE de la Tierra no implica tener que reducir los destinados a combatir el ELA, ni desmontar el Estado de Bienestar que se logró construir en Europa durante el siglo XX. Hay muchos otros lugares de donde poderse aprovisionar. La cuestión está en cambiar la cultura de guerra y de explotación existente, por una cultura de paz y solidaridad.
Al iniciar su segundo mandato como Director General de la UNESCO, Estados Unidos e Inglaterra le exigieron una reducción de gastos para volver a ingresar en la Organización, a lo que Mayor Zaragoza respondió: Lo que ocurre es que vivimos en una cultura de guerra y debemos construir una cultura de paz. No escatiman esfuerzos cuando se trata de enviar soldados y tanques, pero regatean hasta el último céntimo cuando hay que enviar un maestro o construir una escuela”. Y lo mismo si se trata de enviar alimentos y medicinas o establecer redes de agua potable.