Como Ave Fénix que vuelve a la vida de entre las cenizas,
necesitamos redescubrir el sentido de la vida, escuchando nuestra intuición profunda.
O mirando los ojos de un niño o niña que haya cumplido un año.
O yendo al fondo de la naturaleza, antes de que la libertad humana la torciera.
La molécula de agua es una inmensa fuente de moral y sabiduría.
Dicen que en Marte han encontrado agua, pero no vida, aunque no sabemos definirla,
porque todavía pensamos como cuando temíamos la invasión de los marcianos.
La belleza de la gota de rocío nos puede ayudar a descubrir la vida.
Si el agua tiende a formar esferas perfectas,
es porque en ellas encuentra el ideal de la colaboración sinérgica.
Si su molécula es capaz de disociarse, es para entregar
la energía del hidrógeno a la clorofila, mientras el oxígeno regenera la atmósfera.
Somos agua en un altísimo porcentaje, para mantener el flujo entre las partes.
Un flujo similar tenemos que hacer correr entre todos los humanos.
Mediante el trabajo, los números y las palabras, rompamos las mentiras del poder,
liberémonos de la red que han tejido las finanzas, que, en sí mismas, son nada.
Vivamos la Navidad como lo que es en esencia:
el recuerdo del nacimiento de un hombre humilde y sencillo
al que mataron por querer vivir y hacer efectiva la igualdad y la solidaridad,
entre todos los seres humanos de la Tierra, sin excepción alguna.
Es el gran drama de la existencia humana que tenemos que superar,
para que buscar la justicia y la verdad resulte satisfactorio para todos
Feliz y frugal Navidad
Pascual Pont