Cada año, por Navidad, la luz vence a las tinieblas; no es una victoria fácil ni cómoda, pues tiene que atravesar el frío del invierno.
La Primavera Árabe, como el 15M. fue una explosión de sentimientos reprimidos, un sueño que al despertar se descubre el largo camino que queda para derribar a la bestia instalada firmemente en el poder. La fotografía que nos llega de Egipto nos muestra un momento de ese largo y penoso recorrido.
Debajo del chador que llevaba, condicionada por el medio cultural que constituye su entorno y que forma parte sustancial de su ser, aparece una mujer joven, bella, pues su cuerpo tiene proporciones armónicas, y moderna, viviendo plenamente las esperanzas, ilusiones y exigencias de nuestro tiempo.
Una mujer desnudada, humillada, arrastrada, golpeada, por haberse atrevido a querer romper las cadenas que soportan las mujeres desde hace milenios, por haber unido su grito al de los pobres que sufren todas las formas de hambre y de sed.
Su sufrimiento está en la misma línea del que soportó aquel cuyo nacimiento ahora se conmemora con una borrachera de consumo.
No es ella, como no fue él, quienes provocaron ni ejercieron la violencia y el sufrimiento, pues lo que ambos buscaban era la paz y la justicia, el amor y la armonía entre todos los seres humanos y entre estos y la naturaleza.
Hay que persistir en esa búsqueda, descubrir y ensayar nuevos caminos para hacer realidad la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y llevarlos a la práctica, ejerciéndolos plenamente en nuestro pequeño círculo familiar, de amistad, vecinal, laboral, para degustar lo que podría ser un mundo justo y fraternal.
Es por esto que os deseo sinceramente una frugal y feliz navidad.
Pascual Pont