El día 15 de noviembre recibo un correo acompañado de un video estadounidense titulado “I am not moving” subtitulado en Esperanto y editado por “Occupy Wall Street” en el que las palabras de Obama y Clinton sobre la obligación que tienen los gobiernos, (con mención expresa a Siria y Libia) de escuchar a sus ciudadanos y hacerlos partícipes de la gobernanza, se superponen a imágenes de la brutal represión de las manifestaciones de los indignados estadounidenses en Nueva York. La palabra “hipocresía” no sólo sale con destacadas letras en el video, sino que se destila a lo largo de todas las secuencias con una fuerza que oprime el pecho, por la radical contradicción entre lo que están diciendo los dos máximos mandatarios y lo que está haciendo la policía neoyorkina con sus conciudadanos.
Esta capacidad de los poderosos para utilizar las palabras en total desacuerdo con sus actuaciones, me hace recuperar un artículo que, con el título “La corrupción del discurso”, publicaron Lluis Duch y Albert Chillón en el periódico “El País” del 4 de noviembre, en el que dicen: Demasiados políticos y economistas, periodistas y profesores, financieros y empresarios, tejen de consuno una neolengua que, como en la pesadilla de Orwell, reduce el polifacetismo y la complejidad del mundo a una jerga tecnocrática y opaca. … Bajo la palabra “crisis” late una colosal quiebra de alcance global y epocal… Cualquier época tiene un correlato discursivo. La de ahora conlleva una crisis gramatical. Y concluyen que para atajar la corrupción urge, sobre todo, rehabilitar las Humanidades en general y la Ilustración en particular.
El artículo se puede encontrar íntegro en Internet y aconsejo su lectura, pero la extrema gravedad del problema, su complejidad y la profundidad de sus raíces obliga a una mirada crítica y a contribuir a la reflexión, dado que su innecesaria e inadecuada referencia a la neolengua de Orwell, destacada en los titulares, parece que se debe a que ésta se ha convertido en un tópico de los muchos que, con sutil insidia, se han introducido en el lenguaje común y le impiden desarrollar las estructuras necesarias para afrontar efectiva y eficazmente la problemática humana tanto en su ámbito personal como mundial y global. Por eso y para intentar regenerar el discurso, parece conveniente clarificar el contenido de la neolengua de Orwell.
LA NEOLENGUA DE ORWELL
No se trata de criticar la obra literaria de Orwell ni su famosa novela “1984”, pues muchas de sus denuncias son de un gran valor y sangrante actualidad, sino que se trata únicamente de analizar la inclusión en la misma de un lenguaje construido adrede para manipular las mentes. Ya es significativo que la explicación de la “neolengua” o “newspeak” aparezca en un apéndice, en lugar de estar integrada en el desarrollo de la novela, mostrando en la trama sus características y sus efectos. La forzada artificialidad de esta inclusión se aprecia claramente en aquellos episodios de la novela en que se manipula la mente de las personas, sin que en ninguno de ellos se haga intervenir la neolengua.
Así en los “Dos minutos de Odio” que se describen en las páginas 17 a 24 [1], no sólo no interviene ni una sola palabra de neolengua, sino que los eslóganes que aparecen en grandes letras estás escritos en el inglés clásico. Pero quizá lo más importante no es tanto el lenguaje utilizado, pues como se dice en la pag. 23, “Nadie oía lo que el gran camarada estaba diciendo”. El condicionamiento viene determinado por las imágenes y el ritmo, la brutal y radical distinción entre el bien y el mal absolutos, en los que no había lugar para análisis ni matices. Así cuando se pronuncian a modo de tam-tam las iniciales de Gran Hermano, se comenta: “Era un estribillo que surgía en todas las ocasiones de gran emoción colectiva. En parte era una especie de himno a la sabiduría y majestad del Gran Hermano, pero, más aún, constituía aquello un procedimiento de autohipnosis, un modo deliberado de ahogar la conciencia mediante un ruido rítmico”
Otra parte de gran importancia en la novela es la que describe el lavado de cerebro o “curación” a que es sometido el protagonista y que ocupa las páginas 235 a 280. En ningún momento se utiliza la neolengua. Lo que se utiliza es el viejo método de la tortura en una versión que se considera más eficiente que la utilizada por la Inquisición, el nazismo, el estalinismo o la China de los mandarines, porque éstos nunca habían logrado cambiar por completo el alma del individuo. Como ocurre, por ejemplo, en la película “La naranja mecánica”, el condicionamiento mediante premios y castigos no llega nunca al fondo del ser, y cuando cesa la presión, cuando cambian las condiciones del entorno, la dinámica individual recobra su trayectoria singular. La negatividad, el pesimismo, la desesperanza que transmite “1984” es que esta vez, la victoria del condicionamiento es definitiva y tiene como objetivo el poder como disfrute personal a través de la anulación de la individualidad al someterla plenamente al grupo, al Partido, a la corporación, a la minoría dominante, a un ente superior, a través del cual se participa en el dominio y la manipulación de los otros, los que están marginados, mostrando que se tiene el poder sobre la vida, sobre el sufrimiento y sobre la muerte.
La utilización de la neolengua para traducir y hacer manipulable toda la información del pasado, es absurda por innecesaria. Los libros de texto en la España franquista de los años 40 y 50, estaban escritos en buen castellano, lo que no era obstáculo para transmitir una información totalmente sectaria, destacando, por ejemplo, en la literatura, la obra de José María Pemán, e ignorando por completo autores como Miguel Hernández, Antonio Machado y García Lorca. La gran mayoría de españoles conocieron la existencia de Platero y de Juan Ramón Jiménez cuando le dieron el Nobel. Pero la desinformación afecta también a los que se consideran salvaguardas de la democracia. Una encuesta realizada en Estados Unidos en los años 70 revelaba que la mayoría de estadounidenses creía que en la Segundo Guerra Mundial los aliados eran Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, mientras que la Unión Soviética era la potencia a combatir. La intensa propaganda antisoviética hacía impensable una alianza de su patria con el Maligno y esa propaganda se hacía en inglés ordinario.
Considerar que la manipulación lingüística viene por la artificialidad de la lengua es desviar la atención de que la verdadera manipulación es mucho más sutil. Eso lo sabe bien Chomsky que ha dedicado muchos esfuerzos a denunciar el doble lenguaje utilizado por los poderosos valiéndose del inglés más ortodoxo. Más absurdo parece la pretensión de que la simplificación de las palabras facilitaba la manipulación. Es cierto que la “forma” de la palabra incide en su posible aceptación y extensión popular. En la fundación de algunas empresas o en el lanzamiento de algunos productos, se destina una importante cantidad de dinero a investigar y decidir el nombre y logotipo con que tiene que ser dada a conocer por el gran público, puesto que no todas las palabras ni imágenes resultan igualmente agradables y fáciles de memorizar, y esto a veces se logra con palabras que resulten exóticas, sin importar tanto su longitud como su musicalidad. La reducción del tamaño de las palabras es con frecuencia un fenómeno espontáneo que tiene como objetivo consciente o inconsciente el ahorro de energía. Así, por ejemplo, llaman Lupe a quien tiene por nombre Guadalupe y Montse a Montserrat. Con la extensión de los teléfonos móviles entre la juventud a principios del siglo XXI, la posibilidad de reducir costes mediante mensajes abreviados, como por ejemplo: transformar “te espero a las 8 en la plaza de la Virgen” en “t spro 8 pl Vgen” está siendo ampliamente utilizada, sin que en ello radique la pobreza del vocabulario de la juventud moderna. Las causas de esta pobreza son complejas, pero indudablemente ocupan un primer lugar los videojuegos, la televisión basura y una cultura consumista que anula la creatividad y la solidaridad.
LOS PREJUICIOS DE ORWELL
Es evidente que se está cumpliendo el panorama describo en 1984, sobre el control que ejercen las minorías dominantes sobre el conjunto de la población y sobre cada uno de los individuos. Como ejemplo, se puede citar que en enero de 1998, el Parlamento Europeo publicó un informe en el que se concluía que «dentro de Europa, todos los correos electrónicos, llamadas telefónicas y comunicaciones por fax rutinarias son interceptadas» por la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. La cuestión tuvo resonancia más popular cuando en diciembre de 1998 se supo que la NSA tenía 1.056 páginas de información clasificada sobre la princesa Diana de Gales. Nadie dudó de que el sistema de la NSA absorbe cada hora millones de señales electrónicas en todo el mundo, que selecciona, analiza, clasifica y guarda según criterios y objetivos establecidos. Desde entonces se ha perfeccionado este control, que se ha extendido a los movimientos de las personas y a casi todas las áreas de la vida. Pero todo ello descansa en los satélites artificiales, en los ordenadores, la electrónica y demás progresos tecnológicos. ¿Qué necesidad tenía Orwell de introducir tan forzadamente el Newspeak?
La respuesta puede encontrarse si se considera que la neolengua es una crítica soterrada al Esperanto y a cualquier esfuerzo por construir una lengua común para toda la humanidad. No se puede negar a Orwell el derecho a criticar el Esperanto y hacerlo de la forma que considere más conveniente. Pero conociendo la relación que tuvo con el Esperanto se deduce fácilmente que sus criterios descansaban en el imperialismo “democrático” característico de Inglaterra, y en su pertenencia a una “gauche divine” que desconfiaba y en cierta forma despreciaba al proletariado, “la prole” en lenguaje Newspeak. La “prole” ocupa un lugar de decorado de fondo de la novela, carente de claridad de mente que les permita comprender su propia situación. Una mirada a su biografía puede ser reveladora.
Orwell nació en 1903 en la India en el seno de una familia inglesa de clase media. Siendo aún niño se trasladó a Inglaterra e hizo los estudios secundarios en la célebre escuela de Eton, gracias a una beca. En lugar de continuar en la universidad, en 1922, quiso seguir los pasos de su abuelo, coronel del ejército colonial británico, y con 19 años, ingresó en la Policía Imperial de Birmania, ejerciendo durante siete años de oficial de policía al servicio del imperialismo. No debió ser muy satisfactoria esta experiencia pues en 1928 dejó la colonia y se trasladó al mítico París de entreguerras, el de la “generación perdida” con la idea de hacerse escritor, alojándose durante un primer tiempo en casa de la hermana de su madre.
Su tía, Ellen Kate Limouzin, había disfrutado de una infancia y juventud principesca en la India, hasta que al morir sus padres se trasladó a Inglaterra junto con sus hermanos. De carácter noble y fuerte no admitía la condición inferior de la mujer, por lo que desplegó una intensa actividad en el movimiento sufragista. Tampoco admitía la explotación de los trabajadores ni el imperialismo colonialista, lo que le llevó a interesarse por la Internacional y por el Esperanto. Una revista, la “Sennacieca Revuo” le fascinó y, en especial, la fuerza y claridad de los artículos de Lanti, su director. En 1925 la creciente admiración la empujó a escribirle y a ofrecerse para ir a vivir con él y ayudarle desinteresadamente en toda su actividad esperantista y política. Lanti aceptó dejando bien claro que mantendrían plenamente sus respectivas libertades. Limouzin llevaba ya cuatro años colaborando con la revista y ambos tenían la madurez de 46 años plenamente vividos.
Siendo precisos hay que decir que Orwell fue a vivir a casa de Lanti, uno de los más importantes militantes con que ha contado el Esperanto, y cuyo axioma fundamental puede resumirse en estas palabras: “La Internacional sólo sería un hecho el día en que tuviera una lengua común para las relaciones entre los pueblos”.[2] Consecuentes con ello, las relaciones entre Limouzin y Lanti no eran ni en inglés, la lengua de ella, ni en francés, que era la de él, sino en la lengua común, el Esperanto. A Orwell no le gustó que en aquella casa se hablara siempre en Esperanto, como tampoco las ideas que defendían su tía y su compañero. Conoció la gramática del Esperanto, que de alguna forma utilizó en la explicación del Newspeak, aunque deformando totalmente lo más valioso de este idioma: su espíritu. Las discusiones entre los tres se prolongaron muchas veces hasta muy tarde. Pero no armonizaron. Orwell veía la problemática obrera desde fuera. Lanti y Limouzin desde dentro. Orwell los calificó de doctrinarios. Bastarán dos detalles para mostrar todo lo contrario: 1) Lanti estuvo dudando entre adoptar como idioma internacional el Esperanto o el Ido. Finalmente se inclinó por el Esperanto porque era el que contaba con mas adhesión de obreros. 2) En 1919 en plena efervescencia revolucionaria por el triunfo bolchevique, declaraba “primero socialistas… después esperantistas”. En 1938, cuando frente al peligro nazi y estalinista, el movimiento obrero estaba cada vez más debilitado por los enfrentamientos entre anarquistas, sindicalistas, comunistas y socialdemócratas, corrigió y proclamó la prioridad del Esperanto, porque veía en su espíritu comunitario y armonizador, el medio y el camino para un encuentro de todas las ideologías en una lucha efectiva por la paz y la justicia.
Si Orwell hubiera tenido los sentimientos de su tía y de Lanti, hubiera situado el Newspeak en la línea del “Native Tongue”, un lenguaje en manos de la prole para liberarse de la opresión y de la guerra. En la construcción de un idioma, es más importante el por qué y para qué, que el cómo, así como sustituir el determinismo por la dialéctica. La palabra interviene profundamente en la biografía del individuo, pero esta misma biografía transforma la palabra, la transcrea continuamente. Por eso, para mejor comprender las diferentes posturas, conviene conocer lo fundamental de la vida de Lanti.
Lanti nació en una pobre familia campesina de Normandía, de padre alcohólico y madre de catolicismo resignado y fatalista. Dejó pronto el campo para trabajar como carpintero y ebanista en varias ciudades y a los 20 años se marchó a París. Su inquietud religiosa le llevó a leer obras como “Historia de las religiones” de Renan, lo que hizo que abandonara su inicial firme catolicismo. La muerte de su hermana al año de casada con un hombre rico al que no quería, forzada por su padre en razón de la riqueza, contribuyó a que abominará todo afán de enriquecerse y promovió sus simpatías por el anarquismo. No obstante su mayor interés se orientaba a superar su escasa formación y en 1909 lograba una plaza de instructor en un centro de formación profesional. Cinco años después estalló la guerra y tuvo que marchar al frente. En noviembre de 1918 volvió a París con la mente muy cambiada. Su firme sentido de la fraternidad de toda la humanidad le hizo distanciarse de muchos anarquistas a quienes la guerra había despertado su patriotismo. Miró con esperanza el bolchevismo triunfante un año antes y llegó a la conclusión de que una humanidad unida y armonizada necesitaba una lengua común y a lograr satisfacer esa necesidad dedicó todas sus energías.
A MODO DE CONCLUSION
Volviendo a los hechos del inicio, parece evidente que el problema de fondo no es gramatical. El inglés que utilizan Barak Obama e Hilary Clinton es el mismo que utilizan los que gritan indignados por la carga policial. Lo mismo se puede decir del lenguaje utilizado en los hechos citados por Duch y Chillón. Es un problema de poder, de quien tiene los medios para el lavado de cerebros y que la palabra “libertad” sirva para justificar el bombardeo de Irak y Libia, la represión policial de los neoyorkinos, el mantenimiento de los paraísos fiscales, la privatización de las estructuras rentables, y el desmantelamiento de las conquistas sociales. No es un problema gramatical, pero si lo es de lenguaje o, más exactamente, de lenguajes.
Tienen razón Duch y Chillón cuando dicen que “el ser humano lo es porque significa y habla”. Pero hay un paso previo fundamental que se llama trabajo. El Homo Habilis es el primer representante del género Homo (el nuestro). Por trabajo hay que entender la acción humana que no busca satisfacer una necesidad inmediata, sino poner las condiciones para que las necesidades se puedan satisfacer mejor. Se trata de una acción plenamente transcendente, no sólo por la necesaria perspectiva de futuro sino porque son transferibles tanto sus exigencias como sus resultados. El primer individuo que golpeó una piedra para obtener un filo cortante sería mirado con extrañeza por sus congéneres hasta que comprobaron la utilidad del resultado y desearon disponer de una piedra cortante. No todos tienen la misma habilidad, como tampoco todos tienen la misma fuerza y agilidad. La división del trabajo se desarrolló en la medida en que la horda se transformó en tribu, cada uno aportó según su capacidad y recibió según su necesidad, hasta que los más fuertes y mejor armados inventaron la esclavitud. La palabra, que había crecido junto con el aumento y complejidad de las interacciones, se empobreció cuando los opresores, aplicando el principio de divide y vencerás, rompieron los flujos comunicativos de los pueblos oprimidos, cambiando la ley del más eficiente por la del más fuerte.
No es este el lugar para revisar la historia humana y analizar en que medida el inconsciente colectivo y el lenguaje están afectados por la continua sucesión de creaciones y destrucciones, amores y odios, opresiones y liberaciones, mentiras y verdades. Ahora nos urge afrontar la fundamental disyuntiva en que se encuentra la humanidad, debido a la globalidad alcanzada: continuar deslizándonos hacia una degradación irreversible o acertar a construir una humanidad solidaria, no sólo entre sí, sino también con el conjunto del planeta. No parece que debería haber duda de cual debería ser la opción, por lo que todos los esfuerzos deberían ir dirigidos a convertirla en realidad y a ello debe contribuir una nueva concepción del lenguaje.
La creciente globalidad planetaria promovida por los seres humanos, ha llevado a los científicos a definir un nuevo período en el proceso evolutivo de la Tierra: el Antropoceno. Otros han preferido poner el acento en lo que consideran el factor globalizador y designan como tecnosfera el estado continuador de la geosfera y la biosfera. Otros prefieren llamarlo sociosfera y otros noosfera, para priorizar el pensamiento y el sentimiento solidario. No podemos considerar a las diferentes esferas como antagónicas, sino como complementarias, al igual que resultan complementarios el ámbito de lo global con lo local, en una unidad que los ecologistas han reunido acertadamente con el vocablo glocal. Pero al igual que en el ámbito de la geosfera y la biosfera, la abierta interacción de los microclimas y sus correspondientes biotopos, son los que generan una biosfera de riquísima diversidad, de igual forma los nootopos, son los que pueden convertir la Noosfera en una polifonía que consolide con sus armónicas resonancias la unidad necesaria.
Los cientos, miles, de etnolenguas que generan las comunidades verbales con sus abiertos flujos de continua y simétrica oralidad, tienen que ser la base sobre la que se construya una efectiva neolengua en la que todos puedan converger y gozar de un verdadero diálogo mundial. Pero es necesario un tercer lenguaje, el lenguaje de las matemáticas, que según Galileo es el lenguaje de la naturaleza. Los indignados estadounidenses parecen apuntar hacia él al decir que son el 99 %, pero no se trata de mayorías y minorías, sino de contabilidad transparente que libere a la economía de la mafia financiera especuladora, la devuelva a sus raíces etimológicas que une eco-nomía con eco-logía, economizar con ahorrar y económico con barato, administre con justicia los limitados recursos de la Tierra, haga posible que todo ser humano desarrolle al máximo el inmenso potencial creativo que encierra y que lo pueda incorporar al flujo universal en una esperanzadora e ilusionante sinergia. Tres lenguajes que confieran al sistema social la dinámica universal implícita en la condición triuna del cerebro, que haga evidente que el tener tiene que estar al servicio del ser y no al revés, como ocurre en la actualidad, de tal forma que se acrecienta el poder de las minorías dominantes y se degrada la vida y el pensamiento.
La regeneración del discurso va ligada a la regeneración de la vida pues ambos forman parte indisoluble del flujo del uni-verso, que es uno porque es verso, y esa unidad, producto del continuo flujo se realiza desde la inmensidad del cosmos al ámbito cuántico. Gracias a la sinergia resultante de la división del trabajo, la sociedad humana ha logrado una amplia y precisa comprensión de las graves consecuencias que tiene el que la sangre no lleve la materia y la energía que precisan, a todas y cada una de las células que conforman el individuo, o que se corten las comunicaciones neuronales y una parte de su cuerpo deje de participar en la información global. Pero no acaba de asumir que la Tierra se mantiene viva en la medida en que la energía, la materia y la información fluyen por toda ella, recogiendo de cada ecosistema los mejores resultados para que todo el conjunto pueda participar de ese progreso y por ello, cuando una parte de ella no dispone de lo que precisa y enferma gravemente, el que enferma es todo el conjunto planetario, y la salud no será posible si no se logra la máxima solidaridad entre todos los humanos, lo que implica que aquellos que, gracias al proceso evolutivo global, disponen de la máxima energía, materia e información, las compartan con aquellos que por distintas razones, entre las que ocupa un lugar fundamental el haber nacido en un tiempo y lugar poco propicio, no disponen ni siquiera de lo imprescindible para sobrevivir.
Artículo escrito en 2011.