El viento llevó una semilla de la pinada cercana hasta el techo de una casa cuyos dueños habían cubierto de arlita para protegerse del frío y del calor. La semilla encontró acogedor el lugar, germinó y mostró a pequeña escala lo que estaba destinado a ser un frondoso y poderoso pino. En la dinámica evolutiva, el pino precede en muchos millones de años a la mano que lo sostiene, y es el pino el que ha hecho y sigue haciendo posible la vida humana, pues oxigena la atmósfera y aporta a la humanidad la materia orgánica que precisa y no puede elaborar.
Hay una continuidad evolutiva entre el pino y la humanidad, como la hay entre los miles de millones de años que precedieron al pino y los que van a seguir después de que la mano que lo sostiene deje de existir. Una continuidad que debemos llamar espiritual por cuanto va más allá de la energía y de sus transformaciones y más allá del espacio-tiempo, pues se manifiesta en el efímero presente uniendo al individuo y al entorno en una interacción que conforma al Ser triuno constituyente de la existencia.
Ser o no ser no es una opción válida. El Ser es eterno y universal. Lo que se concreta y cambia son los individuos, los entornos y las interacciones entre ellos. El principal entorno para un individuo es otro individuo semejante, pues la interacción entre ellos presenta, con la máxima sencillez e inmediatez, toda la gama de posibles variables, entre las que destacan tres: la egoísta, la altruista y la mutualista. Esta última es la que genera sinergia y simbiosis que son los motores de la evolución, a partir de elementos primarios como son los cuantos de energía o el electrón. Átomos, moléculas, células, organismos pluricelulares y sociales, son las principales fases materiales del espíritu evolutivo.
La mano que lo sacó de la arlita lo hizo con cariño, admiración y dolor. Cariño, porque reconocía en él a su hermano mayor, que le había precedido muchos millones de años, pero seguía allí, haciendo posible su existencia. Admiración, porque con el desarrollo alcanzado en su corta vida, ya es capaz de mostrar su deseo de vivir, su capacidad para aprovechar con sencillez y eficacia los recursos disponibles, (un poco de humedad y de polvo entre las bolas de arcilla y el aire y el sol que no falta a nadie) para construir unas raíces que penetren profundamente en el suelo, un tronco que puede sobrepasar los 20 metros, unas finas hojas que oxigenen la atmósfera y unas piñas cuyas semillas se ordenan según las reglas de la espiral y la armonía. Dolor, porque sabía que allí no podía tener continuidad para alcanzar su potencial plenitud, ni tampoco podía trasplantarla a otro lugar porque le faltaba el cepellón y no se reunían las condiciones para hacerlo con la raíz desnuda.
Tampoco el pequeño Aylán alcanzará la plenitud que potencialmente contenía su frágil cuerpo. Los dos también tienen en común el que no está en ellos la causa de su fracaso, sino en su entorno. Ningún individuo elige el entorno en el que va a iniciar su existencia, pero entre el pino y Aylán hay un largo recorrido evolutivo que ha ido buscando la forma de asegurar el entorno más adecuado para el inicio y desarrollo de cada nuevo individuo, por lo que es necesario preguntarse en que ha fallado el entorno de Aylán.
No ha fallado el entorno familiar, pues se trataba de una familia en la que todos se querían y se cuidaban mutuamente. El problema está en un entorno más amplio, en su ciudad, Kobane, o más exactamente en el entorno de la ciudad, al estar situada en la frontera de Siria con Turquía, en tierras del Kurdistán. Una zona considerada clave en el tablero geopolítico de las grandes potencias, por lo que todas quieren tenerla bajo su control y para ello utilizan su capacidad de destrucción y muerte.
De nada ha valido el gran cambio que se ha producido en la sexualidad femenina, el pasar de que el gineceo de la flor espere a que el aire o un insecto le traiga un gameto masculino y que después envíe la semilla resultante al encuentro aleatorio de un suelo fecundo, a que sea la mujer la que elija cuando y quien la fecunde, que ofrezca su vientre para ejercer de entorno del nuevo individuo en sus decisivos inicios, que cuando pase al entorno abierto le asegure el alimento con la leche de sus pechos y que para ello cuente con apoyo social y profesional.
De nada ha valido que mientras las plantas no pueden cambiar el entorno al que han quedado vinculadas por el azar, los animales si pueden hacerlo y así, las aves migratorias recorren miles de kilómetros buscando un entorno propicio. Es lo que hicieron los padres de Aylán. Huir de las bombas que caían sobre Kobane e intentar llegar a Canadá donde tenían familiares que deseaban acogerlos.
De nada ha valido que del último brote de los primates en el que surgieron a la vez el bonobo, el chimpancé y el homo, éste tomara el camino del trabajo y de la cooperación, que a los primeros oficios, el de picapedrero y el de vestal, siguieron otros y para lograr coordinarlos y transmitir a las nuevas generaciones la experiencia lograda, hicieran el enorme y temerario esfuerzo de hacer descender la laringe por debajo de la faringe para regular los sonidos emitidos y formar palabras con las que compartir las íntimas vivencias y hacer más profunda su comunión con su entorno.
De nada ha valido que la humanidad descubriera la posibilidad de cuidar de las plantas y acoger en su casa a los animales, y que se viera recompensada con la mayor disponibilidad de nutrientes, que les permitió aumentar en población y creatividad. Que esto indujo a varias tribus a unirse y formar ciudades, en las que se incrementó la división y eficacia del trabajo con la especialización artesanal, lo que produjo excedentes que propiciaron el intercambio y el comercio con otras ciudades y ampliar el ámbito de la comunidad humana.
El mural que pintaron, hace unos seis mil años, los habitantes de Çatal Huyuk, nos muestra una cosmología circular, una dinámica social matriarcal y un sentido de la vida en que prevalecen las relaciones de armonía entre todas las especies, pues todas contribuyen de alguna forma al desarrollo de la existencia.
Esta mirada global y a la vez capaz de diferenciar las necesidades singulares de cada especie vegetal y animal y buscar la forma de ayudarles a satisfacerlas, es lo que les llevó a descubrir el papel fundamental del agua en la vida y acometer la ingente tarea de transformar las inmensas llanuras de Mesopotamia en campos de cultivo mediante presas y canales, que condujeran el agua del Tigris y el Eufrates a las distintas parcelas en que habían estructurado el territorio.
Parece ser que fueron los sacerdotes, los más dedicados a la observación y reflexión comunitaria, los que desarrollaron los conocimientos de agrimensura y topografía necesarios para distribuir el agua de forma equitativa y cuando los cultivos la precisaran. Ligado a ello realizaron importantes creaciones, entre las que cabe destacar la numeración sexagesimal en base al hexágono inscrito (todavía utilizada en la actualidad) y la contabilidad para repartir lo mejor posible esfuerzos y frutos colectivos.
La prueba de la eficacia de esta actuación es la proliferación de ciudades con una cultura similar, pero cada una con su propia identidad que se personalizaba en la singularidad de su dios protector. Esa significación y cambio de género de su principal divinidad, era reflejo del pase de la sociedad matriarcal a la patriarcal además de otros cambios con relación al paradigma que mostraba Çatal Huyuk, entre los que destacan: 1) una estructura piramidal jerarquizada que sustituía a la dinámica circular y 2) La relativa proximidad de las grandes ciudades y la falta de barreras naturales que definieran los límites del territorio ligado a cada ciudad, lo que generaba conflictos entre ciudades lindantes.
Uno de esos conflictos es el que National Geographic define como “La primera guerra de la historia” que tuvo lugar hace 4.500 años, en la que intervinieron los respectivos dioses y que los vencedores inmortalizaron con la “Estela de los buitres”, pues los beneficios no se limitaron a los territorios en litigio sino que se apropiaron de la ciudad vencida, sus bienes y sus personas. El robo estructural y la esclavitud arrinconaron cualquier intento contable de distribución equitativa. La ley del más fuerte se impuso sobre la simbiosis y la sinergia que habían sido los factores fundamentales de todo el proceso evolutivo.
Un proceso similar tuvo lugar en las grandes llanuras de tierras sedimentarias generadas por ríos como el Nilo y el Indo, en lo que se podría calificar de problemas de crecimiento y también de involución, pues la estructura piramidal resulta nefasta tanto por lo que se refiere a la cúspide, que con frecuencia se ocupa mediante fratricidios y parricidios, como por la base, ocupada por los esclavos de ambos géneros, diferentes edades y formas de opresión y alienación, mientras las capas intermedias, admirando e imitando a los de las capas superiores se hacen cómplices de las injustas relaciones.
A partir de entonces los intentos por cambiar el lugar que se ocupaba en la pirámide o ensanchar la base de la misma mediante conquistas y colonizaciones, con el fin de aumentar el poder de los niveles superiores, ha hecho que se sucedieran las guerras de todo tipo como claramente nos muestra la historia, hasta el punto de extenderse la creencia de que el egoísmo es la condición esencial y natural del individuo humano y, en consecuencia, tiende a explotar y oprimir a sus semejantes.
A partir de entonces individuos como Alejandro y Napoleón son admirados por la cantidad de muertes que se les pueden asignar, que filósofos de renombre, como Aristóteles, fueron capaces de establecer la siguiente relación: El amo es al esclavo, como el alma es al cuerpo, y todavía hoy la violencia y la mentira sitúan el tener por encima del saber, cuando el tener es limitado, pues en la Tierra hay lo que hay, y es excluyente, pues si doy lo que tengo, lo dejo de tener, mientras que el saber es ilimitado, pues la humanidad todavía ignora más de lo que sabe, es compartible, pues si enseño lo que sé, no dejo de saberlo, y es mutualista, socrático, pues cada vez más, los grandes sabios, lo son, porque se han especializado en una pequeña parcela del saber, y los humanistas tienen que recoger con fe sus conclusiones para unirlas en un todo coherente que pueda servir de guía a la humanidad.
Situar el tener por encima del saber ha llevado a valorar la ortopedia más fútil (ropa de moda, sea la que sea, alhajas y oropeles, etc.), a consagrar el principio “tanto tienes, tanto vales” y que sea un salvaje piel roja el que diga al civilizado Presidente de los Estados Unidos: Todo va enlazado. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ignorar esto ha traído y está trayendo mucho sufrimiento, pero ahora el poder humano de destrucción es tan grande que amenaza con hacer irreversible la degradación del planeta.
Es necesario superar la actual dinámica, cambiar la confrontación por la simbiosis generadora de sinergia, eliminar el individualismo, asumiendo plenamente que el Ser es el conjunto dinámico e indisoluble del individuo, su entorno y la interacción entre ambos. Que tanto el individuo como el entorno son finitos en el tiempo y en el espacio y que es la interacción entre ambos la que es infinita, tanto por la cantidad de variables posibles como por la capacidad de las leyes de la armonía de superponer los diferentes ritmos cubriendo toda la realidad espacio-temporal como Ser Absoluto, considerando como Seres Relativos los derivados de individuos concretos, de entornos claramente definidos y de sus respectivas interacciones, siendo la creación o destrucción de simbiosis y sinergias lo que determinan la positividad o negatividad de cada Ser Relativo.
No parece que haya problema en que cada individuo se reconozca como tal, aunque no sea plenamente consciente de la complejidad que lo constituye. El problema está en reconocer que el entorno y su mutua interacción son componentes de su Ser y que el entorno está compuesto tanto por el otro individuo que está junto a él o frente a él como el conjunto de individuos de toda especie que conforman su entorno. Si la esclavitud y el machismo han contribuido poderosamente a la negatividad del Ser Relativo desde la perspectiva del individuo, la misma negatividad se ha producido desde la perspectiva del entorno, pues los bailes de fronteras y los desplazamientos masivos a causa de las guerras, han impedido la formación de entornos en los que todos sus componentes se sintieran comprendidos y solidarios. La transformación de la actual dinámica tiene que ir pues dirigida a los tres componentes del Ser: al individuo, al entorno y a su mutua interacción.
En cuanto al individuo, hay que empezar por respetar las diferencias derivadas de la intrínseca singularidad de cada uno y el procurar que todos dispongan de los medios necesarios para desarrollar su personal potencial. Es un objetivo que cuenta con importantes antecedentes, entre los que cabe citar el cristianismo y la Declaración de los Derechos Humanos.
Parece evidente que Jesús de Nazaret defendió la igualdad esencial de todos los individuos, cualquiera que fuera su género, creencia, etnia o profesión. Por eso lo mataron, así como a sus seguidores, hasta que el emperador Constantino tuvo el sueño de que con el signo de los cristianos vencería en la batalla que iba a mantener y, como así fue, cambió radicalmente de actitud y arrastró consigo a todo el imperio, incluidos los cristianos que fueron incapaces de decirle que un dios que en una guerra, se pone de parte de un ejército y en contra de otro, no podía ser el dios de Jesús. Desde entonces los cristianos están divididos en cuanto a la consideración del otro.
En cuanto a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de su plural y amplia redacción y aprobación, cabía esperar un mayor esfuerzo para hacerlos efectivos. Es patente su hipócrita utilización y su incumplimiento, incluso por parte de quienes se proclaman sus garantes.
Por lo que se refiere al entorno hay hechos que sitúan al conjunto de la Tierra como entorno común incuestionable de todos los individuos humanos:
- 1) El que los geólogos se hayan visto obligados a establecer una nueva era geológica y designarla como Antropoceno debido a la enorme incidencia del individuo humano en la litosfera y
- 2) El que dos pensamientos tan significativos como Vladimir Vernadski en el mundo soviético y Teilhard de Chardin en la iglesia católica coincidieran en situar la noosfera como continuidad del proceso evolutivo protagonizado primero por la litosfera y luego por la biosfera.
- 3) El inicio en 1957 de la carrera espacial, nos ha permitido ver a la Tierra desde fuera y que, entre otras cosas, todos podamos constatar en los telediarios que las nubes reparten su agua por los distintos continentes sin considerar naciones ni fronteras, de acuerdo con las distintas presiones atmosféricas en cuya variaciones incide la actividad humana, demostrando la verdad de las palabras del jefe indio: Todo está enlazado.
- 4) Que desde 1977 se han sucedido los informes de todo tipo, realizados por grupos de individuos de los más competentes en distintas materias, advirtiendo de los desastres globales a que nos encaminamos si no cambiamos la actitud predominante, especialmente en los aspectos políticos y económicos.
No todos los individuos tenemos la misma incidencia y responsabilidad sobre el devenir del planeta, pero todos formamos parte de la interacción individuo-entorno y debemos ser conscientes de en que medida contribuimos a su degradación o regeneración global. Para ello son necesarios varios cambios fundamentales.
Situar entre el Ser Relativo que conforma cada individuo con su entorno directo y el Ser Absoluto, el Ser Relativo Absoluto que viene determinado por un entorno tan claramente definido en sus interacciones internas que está llamado a convertirse en una efectiva y consciente individualidad, como es el caso de la Tierra que ha pasado de la litosfera a la biosfera y de ésta, debe pasar a la noosfera. Esto exige replantearse las interacciones entre los individuos humanos y entre éstos y los no humanos que conforman el planeta, de forma que la interacción global resulte armónica y sinérgica con el fin de que la Tierra adquiera la condición de individuo consciente que interactúe como tal con su entorno inmediato y natural, el Sistema Solar, y así pueda continuar la evolución en el ámbito cósmico.
Este replanteamiento exige análisis específicos que lo aborden en toda su amplitud y complejidad, pero no debemos dejar de apuntar algunas exigencias fundamentales:
- 1) Superar el concepto de nación como éste superó el de feudo, mediante una superposición de comunidades que, al tiempo que respeten las diferentes singularidades, atiendan por igual las necesidades de todos sus componentes.
- 2) Reflexionar sobre la experiencia de los europeos, que durante la primera mitad del siglo veinte se destruyeron mutuamente, durante la segunda mitad comprobaron que era mucho mejor colaborar que enfrentarse y en el siglo 21 los nacionalismos está destruyendo el Estado de Bienestar logrado, por introducirse en conflictos internacionales que debían de haber evitado.
- 3) Apostando fuerte y decididamente por la democratización de la ONU con el fin de que pueda ejercer de efectivo gobierno mundial, con el fin de que no sólo detenga la degradación del medio ambiente, sino que logre su regeneración, al tiempo que establezca los mecanismos adecuados para que el tener y el saber de la humanidad estén al servicio de todos sus miembros, sin exclusión alguna.
Pero es posible que resulte más provechoso que busquemos en los árboles el sentir del espíritu del Ser en una especial dimensión, pues si el sistema nervioso del corazón humano tiene potencia para irradiar sus sentimientos en un radio de más de dos metros, el árbol no tiene un sistema específico porque es todo él quien mantiene una profunda y sinérgica interacción con el entorno. Por eso se estremece ante el sufrimiento de una gamba que echan viva al agua hirviendo, mientras el individuo humano no lo percibe.
Esa especial sensibilidad con el entorno le viene de lejos, cuando en el proceso de formación de la célula por endosimbiosis, se produjo una bifurcación al hospedar una de ellas a unas bacterias fotosintetizadoras, guiada por una perspectiva amplia y un espíritu de servicio, pues esto le daba capacidad para suministrar materia orgánica y energía a la otra rama celular que entre sus logros figura la evolución de la dualidad femenina y la formación del individuo humano.
La evolución no es lineal y a medida que avanza se hace más compleja, pues intervienen nuevos rangos evolutivos, sin dejar de hacerlo los primeros. Los individuos de cada rango actúan según las leyes que los crearon y con las que participan en el proceso global. Ya hemos visto, aunque muy someramente, como la ambición humana ha sido capaz de convertir la evolución en involución y se desliza hacia su autodestrucción. Algo similar le ocurre a la célula, que después de su asombroso proceso de formación y de su mutua simbiosis formando individuos pluricelulares de inmensa variedad, capaces de interactuar con los entornos más diferentes, se convierte en célula cancerosa y destruye al individuo que ha generado. Todo está vinculado. Dijo el salvaje. También el cáncer celular y el social y sea el pleno y armonioso desarrollo de la noosfera, lo que pueda salvar a ambos.